El psicoanálisis y la política tienen una relación de intersección, o para decirlo de modo más apropiado: de encrucijada. No pueden cubrir el todo – no son una cosmovisión -, cada una se enfrenta a un resto no significable.
El psicoanálisis tiene elementos indispensables para informar al pensamiento político: la herencia que pesa sobre el superyó y que domina al sujeto utilizando el sentimiento inconsciente de culpabilidad y el masoquismo originario, - tesis freudiana que sirve para elucidar el poder y su anclaje en el psiquismo (la tan mentada Servidumbre voluntaria de La Boetie) - ; la presencia de la pulsión de muerte; la viscosidad libidinal que hace difícil el abandono de ciertos objetos; el superyó como una de las sedes de los enunciados del Otro; las formaciones de masa que alienan al yo en su identificación al líder o a la doctrina; la presencia de un sujeto dividido que hace que su yo tenga vasallajes diversos; el inconsciente que está en relación al discurso del Otro, etc.
Pero si algunas de estas forman parte – como dice Jorge Alemán – de las malas noticias que ha traído el psicoanálisis, lo cierto es que el psicoanálisis también plantea que hay buenas noticias: y ellas son fundamentales para pensar en la institución de otra realidad, tratándose de características de la psique que trascienden al dispositivo analítico: la posibilidad de desidentificación; de poner un freno a la compulsión a la repetición; de poner distancia con el discurso del Otro tal como lo planteó Castoriadis; una tendencia a la autonomía (entendida en el sentido que Castoriadis le otorga: subjetividad reflexiva que puede mirar toda la tópica y permite decidir, tal como se observa en el autoanálisis como precipitado del análisis); y una toma de distancia con los enunciados superyoicos.
Y algo que es tanto una buena como una mala noticia: un núcleo de asociabilidad de la psique – anidada en el autoerotismo y en el narcisismo - y por lo tanto la imposibilidad de una socialización completa de la misma. Insisto: estos son procesos que no se producen solamente al interior de un análisis.
El psicoanálisis ha permitido ver cómo se puede ir más allá de las determinaciones que nos habitan. Y eso implica reconocer que hay punto de indeterminación: es decir, que pueden producirse nuevas determinaciones.
Partiendo de estas buenas y malas noticias es que el diálogo con la política, y especialmente el diálogo con una política de la emancipación, tiene sentido. Siempre y cuando el psicoanálisis sea al mismo tiempo informado por la política acerca de las determinaciones que van más allá de él. Por la política, la economía, los mecanismos sociológicos: cada uno de estos dominios tiene su propia limitación. No siendo ninguna de estas una cosmovisión, es fundamental en este punto remitirnos a la conferencia XXXV, en la cual Freud sostiene que la misma no deja abierta interrogación alguna “y encuentra su lugar determinando todo lo que requiere nuestro interés".
Es desde esta posición que pregunto, entonces: ¿Es posible alterar el principio de realidad en esta época? … ¿Qué caminos posibles hay para imprimir otro sentido a lo real, creando otra realidad – tal como ha mostrado la Historia en reiteradas ocasiones -? ¿Se trata de mejorar esta realidad, haciéndola más tolerable (un capitalismo “con rostro humano”), o de crear otra radicalmente diferenciada, destituyendo un modo de producción de sujetos, de cultura y de sociedad, e instituyendo otro en su lugar? Pero – la reiterada pregunta - ¿cómo? Sabemos que esto último puede desencadenar la tentación de dejarse llevar por una ilusión ilimitada, idealizada: pretender llegar a un punto histórico definitivo predeterminado, y así abrir las puertas del riesgo del totalitarismo.
Otra posibilidad es pensar que de lo que se trata es de partir de la aceptación de lo imposible de la transparencia de los sujetos y también de la vida social, debido a la presencia de tendencias psíquicas – ya mencionadas - y lógicas colectivas sobre las cuales Freud alertaba y que hacen que un cambio antropológico (que de eso se trata) no se pueda anticipar o programar, y que esas tendencias y lógicas estarán siempre presentes obstaculizando todo régimen en el que se pretenda que imperen la libertad y la igualdad.
Si la ilusión – con su anclaje pulsional - es lo que pone en marcha todo movimiento emancipatorio, la tentación es ceder a ella más allá de ese impulso de origen, de ese motor: el pretender una sociedad transparente, basada en un individuo al cual se libera de la maldad que la sociedad capitalista le instala: mito del buen salvaje. Eso es con lo que machacaba cierta pastoral marxista. No todo el marxismo, aclaro por si es necesario.
(…)
La precariedad generalizada – económica, psíquica, de los lazos sociales – (estrategia de un nuevo modo de dominación), y la amenaza de una catástrofe socio-ambiental sin precedentes, hacen que sea más necesario que nunca el trabajo sobre las interrogaciones precedentes, en una época de eclipse del pensamiento crítico.
Eclipse que va de la mano con la creencia de que este es el único mundo posible: que la significación capitalista es la única y la última.
Voy a valerme de debates que se han producido entre diversos autores, para intentar encontrar un camino posible para transitar lo que hace unos años denominé como la selva de lo real, diferenciada del desierto de lo real, llamado así por Žižek.
Ya que mencioné al esloveno, es conocida su polémica con Laclau y su crítica del populismo, reivindicado por éste. Tan es así que en 2006 Žižek publica un texto llamado Contra la tentación populista. (Žižek, S., 2019)
Muy sucintamente: Žižek le cuestiona a Laclau que no piensa que se pueda salir por fuera del sistema capitalista y de la democracia burguesa. Se trataría de conseguir una suma de medidas paliativas, para minimizar los excesos del capitalismo: conseguir un capitalismo mejor, con rostro humano. Así, desde la perspectiva de Laclau la Historia habría llegado a su fin. Al mismo tiempo, sostiene Žižek que se desprende de su pensamiento que el enemigo no es la estructura misma del capitalismo, sino quien la corrompe. Su crítica se continúa en el lugar que Laclau le da a la demanda social: para Žižek un acto político revolucionario o emancipador se efectúa más allá del horizonte de demandas: el sujeto revolucionario no demanda sino que quiere destruir a los que detentan el poder.
Más allá de lo que Žižek sostiene, entiendo que es evidente que aunque se cuestione hasta de un modo moderado la distribución burguesa de la renta – sigo en esto a Omar Acha-, se terminan desencadenando movimientos de derecha y extrema derecha: tenemos numerosos ejemplos entre nosotros y en América Latina, con regímenes llamados populistas-progresistas que tomaron medidas que tensionaron las relaciones entre las clases, sin poder resolver la hybris desencadenada, muchas veces con situaciones de caos económico y social, como en Venezuela. Estos regímenes han buscado un capitalismo mejor, centrado en el mercado interno, poniendo énfasis en el consumo, e intentando un consenso entre las clases (no puedo menos que recordar la escena final de Metrópolis, de Fritz Lang).
Volviendo a Žižek, sostiene que el capitalismo "es una matriz formal-trascendental (sostenida en una inexorable lógica abstracta y espectral) que da estructura a todo el espacio social; literalmente, un modo de producción. Su fuerza está en su debilidad: se ve lanzado a una dinámica constante, a una suerte de estado de excepción permanente, a fin de evitar el enfrentamiento con su antagonismo básico, su desequilibrio estructural. Como tal, es ontológicamente abierto: se reproduce a sí mismo por medio de su autosuperación permanente. Es como si hubiese contraído una deuda con su propio futuro, hipotecándose con él y posponiendo eternamente el momento de saldar cuentas". (Žižek, S., 2018, p. 45)
Finalizará su crítica sosteniendo que el populismo no solamente “no es el espacio en el cual deberían inscribirse los actuales procesos emancipatorios; (…)” sino que habría que proponer “como tarea principal para las políticas emancipatorias actuales, como problema de vida o muerte inclusive, la forma de una movilización política que, aun compartiendo con el populismo su crítica a la política institucionalizada, logre evitar la tentación populista" (Žižek , 2018, p. 46)
Así, podemos concluir muy resumidamente en qué consiste para Žižek lo que denomina como la tentación populista: es no cuestionar el modo capitalista de producción, la creación de un enemigo - que corrompe la estructura capitalista-, y desafiarlo sin eliminarlo, intentando al mismo tiempo un equilibrio entre las clases sociales, sin considerar la lucha entre las mismas. Hay así una oposición entre populismo y lucha de clases. El populismo pretende evitarlas.
En este punto sostendrá Žižek su concepción del acto:
El acto implica la suspensión del gran Otro, y como acto ético, modifica – por lo tanto – las coordenadas del principio de realidad. ¿A qué acto se refiere Žižek? No se refiere específicamente a que los actos sean necesariamente buenos. La bomba atómica, la clonación, la revolución bolchevique, el nazismo, Mayo del 68… todos son actos que suspenden las coordenadas del principio de realidad. Por supuesto, la diferencia está en las significaciones que pertenecen-impulsan ese acto. Para él “La experiencia máxima de lo Real no es la de una realidad que destruye toda ilusión, sino la de una ilusión que pervive irracionalmente contra la presión de la realidad, sin ceder a esta “ (Žižek, 2018, p. 85) Antígona al desobedecer produce un acto performativo y desafía la noción predominante de bien. No solo viola la norma legal, sino que redefine lo que es una norma legal.
(…} Recuerdo entonces lo sostenido por Freud: la ilusión está engendrada por el impulso a la satisfacción de un deseo, prescindiendo de su relación con la realidad, del mismo modo que prescinde de toda garantía real. No tiene que ser necesariamente falsa; esto es, irrealizable o contrario a la realidad.”
Bibliografía (Partes I y II)
Acha, Omar, Encrucijadas de psicoanálisis y marxismo. Ensayos sobre la abstracción social, Buenos Aires, Teseo, 2018.
Alemán, Jorge, Horizontes neoliberales en la subjetividad, Buenos Aires, Grama, 2016
Capitalismo. Crimen perfecto o Emancipación, Buenos Aires, NED, 2019.
Presentación en el Colegio de Psicoanalistas, 8/8/2019.
Berardi, Franco, Fenomenología del fin. Sensibilidad y mutación conectiva, Buenos Aires, Caja Negra 2017.
Butler, Judith, Cuerpos aliados y lucha política. Hacia una teoría performativa de la asamblea, Buenos Aires, Paidós, 2017.
Castoriadis, C., Una sociedad a la deriva. Entrevistas y debates (1974-1997), Buenos Aires, Katz, 2006.
Franco, Yago, Magma. Cornelius Castoriadis. Psicoanálisis, filosofía, política, Buenos Aires, Biblos, 2003.
-Más allá del malestar en la cultura. Psicoanálisis, subjetividad y sociedad, Buenos Aires, Biblos, 2011.
- Paradigma borderline. De la afánisis al ataque de pánico, Buenos Aires, Lugar, 2017.
Banalidad cultural y estragos psíquicos. http://www.elpsicoanalitico.com.ar/num35/banalidad-cultural-y-estragos-psiquicos.php
Freud, Sigmund, El porvenir de una ilusión, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, Tomo 2.
Sotolano, Oscar, comunicación personal, 2019.
Žižek, Slavoj y otros, Sobre la idea del comunismo Žižek, Buenos Aires, Paidós, 2010.
Žižek, Slavoj, Contra la tentación populista, Buenos Aires, Godot, 2019.